Al menos 9 de cada 10 de los paneles fotovoltaicos que hay en el mercado están fabricados con células de silicio. Dentro de este área se distinguen dos tipos fundamentales cuyas diferencias, a veces, no están del todo claras: los paneles con células monocristalinas o policristalinas. Aunque ambas partan del mismo elemento químico, los resultados de decantarse por un modelo o por otro no son los mismos. Así, te contamos las principales diferencias entre los paneles policristalinos y los monocristalinos, para que sepas cuál se adapta mejor a tus necesidades.
Células solares monocristalinas, ventajas y desventajas.
Las células monocristalinas destacan por estar fabricadas con silicio de muy alta pureza. Por esta razón, este tipo de celdas de color negro son las más eficientes, también en términos de espacio, lo que se traduce en la práctica en instalaciones más pequeñas.
Con el mayor nivel de eficiencia del mercado, que puede alcanzar el 20%, las células monocristalinas son las más adecuadas para su instalación en zonas donde la exposición a la luz solar no es muy alta por su alto rendimiento en estas condiciones.
La larga vida útil de este tipo de células, con garantías en muchos casos de 25 años y capacidad para funcionar hasta 50, es otra de las ventajas de los paneles monocristalinos que, sin embargo, cuentan también con algunos contras respecto a otras alternativas.
Entre ellas destaca el alto precio de las células monocristalinas, que requieren de más silicio que las policristalinas y que, además, derivan en pérdidas de material durante el proceso de fabricación, dado el tipo de corte que se realiza.
Del mismo modo que destacan por su buen comportamiento en situaciones de baja exposición lumínica, como por ejemplo en días nublados, las células policristalinas suelen rendir menos a altas temperaturas, aspecto que debe tenerse en cuenta antes de inclinarse por esta opción.
Paneles policristalinos, más baratos pero menos eficientes.
Los paneles solares a base de células policristalinas cuentan con una larga trayectoria en la industria, puesto que su fabricación arrancó ya en la década de los ochenta. Su mayor ventaja respecto a las celdas monocristalinas parte de un proceso de producción de menor coste, que tira a la baja el precio final de estos sistemas.
Para este producto, el silicio se funde y se introduce en moldes con los que se da forma a las células. Con este proceso no solo se utiliza una cantidad mucho menor de este elemento, sino que se evitan las pérdidas en la fase de producción.
Aunque estas células son más asequibles, cuentan con algunas desventajas. La menor tolerancia al calor de estas celdas hace que cuenten con una eficiencia inferior a la alternativa monocristalina. En concreto, se estima que en los paneles que incluyen estas celdas el ratio de eficiencia es de un máximo del 16%, fundamentalmente por la menor cantidad de silicio que incorporan.
El efecto negativo que las altas temperaturas provocan sobre estas células, que hace que sean aún menos atractivas que las monocristalinas para usuarios que residan en áreas cálidas, así como su menor eficiencia respecto al espacio, figuran también como desventajas de estos sistemas.
Así, aunque ambas celdas contengan silicio, presentan comportamientos distintos en función de aspectos como la cantidad de luz o las dimensiones necesarias. El precio es otro asunto clave que, como se ha visto, se eleva en el caso de las células monocristalinas. Sin embargo, conforme la industria va madurando, los costes de producción se reducen, de manera que la adquisición de paneles fotovoltaicos con estas células va siendo más asequible.
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